Barrio San Vicente, de El Santuario, ejemplo de solidaridad e integración comunitaria

A ambos lados de la Autopista Medellín-Bogotá, llegando al municipio de El Santuario desde la capital de Antioquia, se encuentra el barrio San Vicente, fundado en 1973 por la sociedad que lleva el mismo nombre, con la intención de brindar solución habitacional a las personas de escasos recursos económicos en este municipio.

Así surgió este sector que se acerca a las cinco décadas de fundación y que a lo largo de el tiempo se ha convertido para esta localidad del Oriente Antioqueño en ejemplo de integración social para propender su progreso y desarrollo comunitario. Atrás quedaron las laderas, las vías destapadas por las que los taxistas no querían pasar tratando de evitar una afectación a sus vehículos, así como la carencia de lugares adecuados para la comunidad, como lo recuerdan Armando Ramírez Ocampo y Maria Gladys Cárdenas.

Hoy este barrio ‘saca pecho’ porque es tal vez el único sector de El Santuario que cuenta con una ludoteca propia y una sala de cómputo para el barrio, tiene uno de los mejores gimnasios al aire libre en la localidad, espacios para la reunión comunitaria, vías públicas totalmente pavimentadas y en excelentes condiciones, un parque lineal y una placa polideportiva para el esparcimiento de los pequeños y deportistas. Pero lo que hace único al San Vicente no es tener estos espacios -algunos de los cuales tienen la mayoría de sectores-. Lo que realmente resalta en este barrio es la manera como han forjado este progreso.

Al apoyo de la sociedad San Vicente que, además de proporcionar las casas, brinda una atención integral a las cerca de 85 familias que viven en el sector, mediante acompañamiento de profesionales en psicología, nutrición y demás, se suma las ganas de la comunidad y sus líderes por organizarse y trabajar para mejorar su entorno.

Esto lo lograron en mayor medida a partir de la creación de la Junta de Acción Comunal, en 2012. Con mucho sacrificio -a raíz de la excesiva tramitología-, lograron constituir su JAC y a partir de su integración en esta “herramienta poderosa”, como lo denomina Armando, precisamente el primer presidente de la Junta que tuvo el barrio San Vicente, se detonó todo este progreso que antes no se había logrado concretar pese las buenas intenciones de sus habitantes.

Entonces comenzaron a gestionar ante la Gobernación y, mientras el ente público otorgaba el cemento y otros materiales, ellos, palustre en mano y mezcla hecha, se encargaron directamente de pavimentar sus vías. Algunos aportaban su mano de obra, otros aportaban el valor de dos días de trabajo, pero todos juntos luchaban por el mejoramiento de las condiciones.

También hicieron empanadas, colectas de 1.000 pesos, entre otras actividades para generar recursos que permitieran invertir en este y otros proyectos para el barrio. Y así fueron tocando puertas, buscando apoyo también con la Alcaldía y empoderándose para tener un barrio más agradable para vivir, tranquilo y con espacios para todos. Hoy, son un ejemplo: ganan concursos barriales, hacen natilleras, son centro de prácticas universitarias, los visitan fundaciones de otros países, hacen jornadas barriales de aseo, celebran el día de la familia y tienen su propio periódico, un ejercicio informativo con el que buscan enterar a toca la comunidad de lo que acontece en el sector.

Las familias del San Vicente son arrendatarias, quienes aportan un valor simbólico que oscilan entre los 50.000 y los 100.000, los cuales sirven a la sociedad para algo del sostenimiento de la infraestructura y el cubrimiento de impuestos. Cuando los hijos de las familias son mayores o terminan su etapa académica (estudiar es un requisito indispensable para que las familias accedan a una vivienda allí), y se permite evidenciar que han mejorado las condiciones económicas del hogar, entonces dan paso a otra familia que requieran del beneficio.

En esta obra sanvicentina no residen propietarios, pero todos se sienten como tal y viven felices, como lo expresa Gladys: “yo no quiero irme de este barrio, aquí soy feliz, estoy en paz y mis vecinos son como mi misma familia”. Jaime Zuluaga Ramírez, uno de los fundadores del barrio San Vicente comenta que, a futuro, pretenden implementar una microempresa de confección en este sector.