El 16 de julio de 1950, el estadio Maracaná fue testigo de un milagro: 200 mil voces brasileñas quedaron en silencio cuando Alcides Ghiggia, con la camiseta número 7, marcó el gol que le dio a Uruguay su segundo título mundial. Aquel instante, bautizado como El Maracanazo, no solo cambió la historia del fútbol, sino que convirtió una prenda en leyenda.
Desde entonces, la camiseta número 7 que Ghiggia vistió ese día se ha transformado en un objeto de culto. Su paradero es incierto, pero su simbolismo crece con los años. Algunos dicen que fue robada de una capilla en Uruguay, otros que terminó en manos de Cantinflas, y hay quienes aseguran que está resguardada en un museo inglés. Incluso su hijo, Arcadio, ofreció versiones contradictorias. ¿Realidad o mito? Tal vez ambas.
Lo cierto es que la camiseta encarna algo más que un triunfo deportivo. Representa lo imposible, lo inesperado, lo místico. El número 7, cargado de simbolismo en religiones y culturas, ha sido usado por leyendas como Garrincha, Beckham, Cristiano Ronaldo y Lucho Díaz. Pero fue Ghiggia quien lo convirtió en talismán.
El periodista Jorge Gutiérrez Pérez afirma haber encontrado pruebas de su existencia: un documento notarial y el testimonio del propio Ghiggia, quien dijo que la camiseta estaba “en muy buenas manos”. ¿Será cierto? ¿Importa realmente?
Porque mientras el misterio siga vivo, la camiseta número 7 seguirá siendo más que una prenda: será el eco de un gol que aún resuena en el alma del fútbol.