Todas las etapas en un niño son importantes porque están en proceso de desarrollo y necesitan el aporte de todo el conjunto de nutrientes para que el organismo cumpla sus funciones vitales. Inicialmente el pequeño debe ser alimentado solo con leche materna, hasta cumplir los seis meses; luego de este periodo se debe agregar la alimentación complementaria, sin abandonar la lactancia, proceso que debe demorar por lo menos hasta el primer año o, si es posible, hasta los dos años.
Al introducir la nutrición suplementaria se debe pensar en comidas sólidas en todas sus presentaciones, que sean fáciles de manejar, dejando de lado los licuados para que el niño aprenda a cogerlos, a masticarlos y a relacionarse con todos los alimentos. Después del año es importante no introducir leche endulzada, continuar con los alimentos sólidos, en presentaciones normales, sin agregar sales, azucares ni condimentos para que pueda consumirlos de forma natural.
También es necesario empezar a integrar al niño con toda la familia y a compartir sus horarios alimenticios. Cuando el pequeño empieza su etapa escolar se les debe enseñar siempre a desayunar. Esta comida debe llevar proteínas como queso, carne, huevo, una bebida con leche, un cereal, avena, pan o arepa; también es recomendable incluir agua, frutas y verduras, evitando loncheras con paquetes de alimentos procesados y jugos pocos naturales.
Lo fundamental es enseñarles a tener una alimentación sana y natural, cuidando mucho los azucares enmascarados, aquellos productos presentes en el mercado como leches chocolatadas, bombones, entre otros. Se debe acostumbrarles a horarios constantes de comidas, iguales a los de la familia, evitando lo que se conoce como la “picadera” -ingerir pequeñas porciones de alimentos a deshoras- y el mecato, los cuales son los mayores generadores de desórdenes alimenticios.