Bombas termonucleares en el universo

Hace unos días, la prensa se ha hecho eco de la detección de una supernova de
tipo II, SN 2023ixf, de esas que se forman por el colapso de estrellas masivas.
Será porque contiene todos los ingredientes que la hacen interesante para el gran
público: es la más cercana a la Tierra detectada en casi una década y el primero
en verla ha sido un astrónomo aficionado japonés, Koichi Itagaki, que además ha
detectado ya 80 de ellas en su observatorio situado en las montañas de la ciudad
de Yamagata. Hablando de otro tipo de explosiones, las de las supernovas de
Tipo dos, que por ser todas iguales nos permiten hacer medidas increíbles en el
cosmos.

Las estrellas más pequeñas que existen, y que pueden llegar a ser tan diminutas
como una luna, son las responsables de las explosiones más energéticas que se
producen en el universo. Estas estrellas en promedio son del tamaño de la Tierra,
pero como contienen casi la masa del Sol, su gravedad es 10.000 veces más alta.
Al ser pequeñas y no tener ya reacciones nucleares en su interior, las enanas
blancas son difíciles de ver, como todas las cosas diminutas. Son objetos muy
débiles en el cielo.

Las enanas blancas se utilizan tanto para probar la existencia de la energía
oscura y medir distancias a escalas cosmológicas como para determinar la
composición química de asteroides. Las más frías podrían tener casi la edad del
universo. Están estratificadas en elementos químicos en su interior por efecto de
la gravedad, como el núcleo de la Tierra y sus atmósferas están tan limpias que
podemos usarlas para medir de manera nítida la composición química de rocas
que están cayendo en sus superficies.