Milú, antes llamada Tomasa, llegó de menos de un mes de nacida a la vida de una mujer que hoy puede afirmar el deberle la vida a esta gatita, por haberla salvado más de una vez de los impulsos de depresión.
Esta gatita iba a ser abandonada por los dueños de su madre, quiénes no la podían tener y se les había dificultado lograr conseguir un adoptante para los pequeños nietos gatunos. Un compañero laboral de Natalia se enteró de las condiciones difíciles, tanto de los dueños de la gatita, como de las psicológicas de Natalia y se encargó de conectarlas para generar esa linda relación mamá e hija.
Milú estuvo presente en muchas dificultades de Natalia: vivir sola, pasar por rupturas emocionales con personas amadas de su familia, pareja y amigos, tener importantes episodios depresivos, e incluso, varios intentos suicidas a los que ella siempre se manifestó con vehemencia y astucia para impedir la tragedia.
Milú pasó por tres casas con Natalia durante los tres años de su vida. En la última vivienda, el pasado mes de diciembre fue atacada y herida de muerte por parte de un perro del vecindario, justo después de una hospitalización por desequilibrio emocional de Natalia. Hace poco, un terapeuta espiritual le indicó a esta gran mujer que su pequeña gata había dado su vida por la de ella y que ese había sido su destino desde siempre. Situación que se ajusta a la realidad, pues, aunque su muerte fue uno de los golpes más duros, ahora goza de un estado de salud mental absolutamente mejorado.
Sin duda, Milú fue la gran receptora de las emociones de Natalia y los años que le acompañó en el camino, fueron la muestra de un amor incondicional y verdadero del que todos deberíamos aprender. En nuestra del agradecimiento que le tiene, Natalia quiere hacerse en la piel, la huella imborrable del paso de Milú por su vida, y hacer de este acto, su mejor homenaje póstumo.