Por Frenschesca Polanco:
El maestro Fernando Botero ha llegado este 19 de abril a sus 90 años de vida. Tiempo en el que nos ha regalado el encanto del volumen y el color en figuras sinuosas llenas de una belleza alejada de los cánones clásicos.
Es un hombre sencillo y generoso que ama Colombia, que celebra sus influencias y es fanático de los toros. Se declara autodidacta, y es que nunca vio un profesor. Manifiesta que todo lo ha hecho por intuición, por trabajo, por ver arte en muchas partes, simplemente por pura pasión.
No les hace mayor seguimiento a sus obras y prefiere no pensar en los precios de las mismas en las subastas, pues alega “Mi oficio en la vida es pintar, no seguir las subastas”.
Ha sembrado arte a nivel mundial, desde New York a Estocolmo, pasando Shanghái y Beijing. Logrando en sus exposiciones récords absolutos. (Solo a sus exposiciones en la China en el 2015 y el 2016 asistieron 1,5 millones de personas).
La exuberancia de sus obras y la fuerza con la que se imponen ante cualquier espacio inspira sensualidad, invita a mirar y tocar. Tanto que sus esculturas en espacios públicos a menudo sufren el acoso de los turistas, quienes posan y se fotografían tocándolas y perturbando su mística esencia.
“No he pintado una gorda en mi vida”, ha exclamado en repetidas ocasiones; y es que el “Boterismo” (nombre con el que es reconocido su estilo figurativo tanto en pintura como en escultura); puede confundir a los incautos que han sido testigos de una de sus obras.
Podrán tal vez confundir las volumétricas figuras con representaciones de gordas, lo que bien si tendrán claro es que pertenecen a Botero, sin duda un maestro del arte universal.