Crispín, tres décadas en la selección de voleibol

Los años de 1998 y 1999 han sido por casi dos décadas, los más recordados por los voleibolistas locales. Frente a todas las expectativas, un equipo sin renombre doblegó a los favoritos de la zona y supo ser campeón de Oriente en una rama donde dominó ampliamente Rionegro. Y por aquí comienza la historia, pues en esa nómina donde se recuerda, entre otros, a Camilo Rivera, al gato, Omar, Vanegas y muchos más, había en el banco un pequeño protagonista: Crispín Zapata.

“Fue una época maravillosa – relata Wilson Ruiz, en ese entonces entrenador del seleccionado de voleibol de Guarne -, sacamos campeonatos de donde nadie los hubiera sacado. A Crispín hay que resaltarlo porque era la chispa, la pila que encendía todo. ´Bueno vamos pues a gritar, bulla, bulla, bulla, nosotros no podemos jugar callados´, nos decía. Eso hacíamos, armábamos una gritería y ese factor nos ayudó porque el contrario se sentía, le molestaba y al final con esa bullaranga conseguimos lo que parecía imposible”.

Crispín Zapata, hoy tiene 36 años, y como en aquel 1998, hace parte de la selección Guarne de voleibol, en la banca. Él recuerda la hazaña, “en San Luis quedamos campeones en el 98. Rionegro tenía un combo, pero me acuerdo que con Camilo Rivera nos cogimos ese partido de recocha. Él dentro del campo de juego y yo en la banca, sin desmeritar el talento de nuestro equipo, a punta de escándalo le ganamos a Rionegro. Ganamos dos años – añade-, 1998 y 1999, éramos un equipo que se la gozaba, por eso se veían los resultados”.

Pero para entender qué es lo que tiene a Crispín aun entre el selecto grupo de representantes de Guarne, volvemos al inicio. “Crispín es el tercero de cuatro hijos que tuvo Marta Castaño y Jorge Zapata. Es casado con Lina María Ortiz, una rola preciosa ella, me gané el cielo con esa mujer. Actualmente Crispín trabaja para Auteco ¿y su motivación?, la motivación mía es ser tranquilo y estar feliz y el voleibol me da mucho para eso. Me alegra contar con el apoyo de mi esposa, de estos muchachos”.

En la eliminatoria del Zonal Oriente de Juegos Departamentales, Crispín tuvo la oportunidad de actuar durante un set en lo corrido de la competencia, no se destaca por sus jugadas atléticas o sus grandes anotaciones, su función en el equipo es otra, como lo aclara Carlos Salazar, el seleccionador de Guarne, “Crispín volvió a la selección hace tres años, es nuestro polo a tierra, cada ocho días, en cada partido, cuando hay un momento de calentura calma los muchachos, les habla”.

Y es esa paciencia lo que lo ha caracterizado al jugar voleibol, aventura que comenzó en 1992. Crispín sonríe al contar cómo inició. “En mi época si no era fútbol no era otra cosa. Soy de muy poco talento deportivo, ni hablar del fútbol, siempre fui el niño que escogían de último en los picaditos o el que ponían a tapar porque a nadie le gusta. Sabía que no tenía futuro en el fútbol, ¡se venía venir! Entonces, comencé a ver a entrenar a mi hermana mayor y me cautivó el deporte”.

En el colegio jugó inter-clases y fue allí donde tuvo sus primeras competencias inter-clases. “Nadie jugaba, solamente las niñas. Yo era como una cosa rara, pero por ahí me empecé a destacar, luego llegué a los semilleros de Marcos Gallego y hoy, 25 años después tengo la fortuna de estar en la selección”.

Fue en 1996 cuando debutó en la mayores, Crispín asegura que fue más “por un buen gesto del profesor que por mi talento. No me ayudaba mi altura, no era tan bueno, más bien me metieron por cumplido”. Sin embargo, dos años después con la llegada de Wilson Ruiz, lo que parecía un golpe de suerte, confirmó que no lo era. Ruiz, también lo tuvo

en la nómina, “Crispín era rendidor. No era el gran jugador porque no tenía saltabilidad para ser un excelente voleibolista, tampoco tenía las condiciones de la estatura, pero siempre estaba entrenándose y se fue ganando su puesto con constancia, con su humildad, su disposición a jugar donde lo necesitáramos, a no jugar. Era tranquilo, un apoyo emocional para el grupo bastante grande.”

A Crispín todos lo aprecian, su recorrido en los seleccionados en las últimas tres décadas, lo avala la experiencia. “Yo empecé a entrenar acá (el coliseo) y era una placa que se mantenía entierrada, no tenía techo, cuando llovía los balones se mojaban, pero aun así entrenábamos. El apoyo era un mundo aparte, el municipio escasamente daba un uniforme y el pasaje de los zonales. Ahora la dotación es buena, los escenarios son diferentes, hay acompañamiento significativo del Inder y eso es muy importante”.

En 2002, se retiró de las canchas porque el trabajo y el estudio le impidieron jugar. Sin embargo, en 2006 tuvo que regresar y en 2015 volvió a ser elegido entre los que representan al municipio en Juegos Departamentales. Algunos de los veteranos cuestionaron la decisión de Carlos Salazar, pero él la reafirmó: “Crispín es una persona muy gomosa, es la parte emocional del equipo, es un segundo técnico en el campo de juego, en la banca, donde esté”. A esto su compañero de glorias y entrenador Wilson Ruiz añade: “es un tipo que siempre está ahí, eso al entrenador le debe ayudar mucho porque es el que está diciendo vamos a trabajar esto, lo otro. En Crispín el profesor encuentra cosas que no tienen los muchachos: la experiencia, el apoyo sicológico, emocional. De pronto el entrenador ve que necesita más su apoyo mental que un veterano con potencia”.

Entre risas reconoce que aun siendo el más veterano no lo desvela ser el dueño de la banca. “No me preocupa porque me divierto mucho. Eso es lo que trato de inculcar a los muchachos, está demostrado que se ganan partidos así”. Añade que ““yo no juego voleibol porque sea talentoso, lo juego por la cantidad de gente que conozco mientras practico, lo juego porque me quita el estrés. Ahora, es una añadidura poder jugar en la selección, vale la pena mi sacrificio, venir de mi trabajo en Itagüí a entrenar, y volver a Bello, a casa. Que yo juegue en la selección es también un gran cariño de Carlos, y si mi función en el equipo es ser el revulsivo anímico voy a serlo. El profe es el profe, pero puedo aportarle enseñando a los chicos que hay que jugar siempre con moral”.

Uno de los referentes del actual seleccionado, Sebastián Osorio, también reconoce su aporte, “Crispín ha sido un apoyo muy grande para el voleibol de Guarne. Uno ha sido muy débil de la cabeza y él siempre me habla, nos enseña a disfrutar mucho del juego, uno siempre debe estar alegre, tranquilo, disfrutar del juego, no aburrirse, jamás agachar la cabeza”.

Crispín Zapata, símbolo de constancia, entrega, disciplina y amor. El más veterano de los seleccionados, otro deportista más que inspira el Estilo Inder. “Mi resumen es que hay amor por el deporte y más que por eso, por Guarne. Yo lo llevo en la sangre, lo adoro, mi pueblo me duele. Además, tengo un plus para seguir jugando y es que este equipo es muy bueno, sé que tienen par de cositas para mejorar, pero se va a conseguir. El día que estos muchachos aprendan a divertirse mientras juego, ojo no a recochar, este equipo va a ser imparable”.

RECUADRO:

A mí me llamaron Crispín porque mi abuelo materno también se llamaba Crispín, y a él lo llamaron Crispín porque nació el día de San Crispín. ¿Qué hay un santo que se llama Crispín? Sí, hay un santo que se llama Crispín, es el santo de los zapateros y yo soy Crispín Zapata”.